A lo largo de mi corta vida, y sobre mi más corta vida política, siempre me he topado con personas que, desde su incredulidad, no visualizan una vida posible dedicada a abrazar una intención. Otros me han dicho que estas son cosas de juventud y que cuando sea adulto se me pasaran. Pero esto no es una cosa de edad ni madurez, menos de éxito. Conozco la experiencia de adultos, maduros y con mucho de lo que podemos llamar éxito, y sin embargo, el abrazar una intención no se les olvida al pasar sus años de juventud.

Todo lo contrario, al pasar sus años, cada día tienen mas urgencia de levantarse en la mañana para hacer pasar esa intención, por la que se les va la vida. Veo el efecto contrario en la mayoría de los adultos, desconfiados, frustrados, chatos y con la única esperanza de que las nuevas generaciones mejoren. Pero este deseo de mejora en la gente joven, es a la vez contradictorio con su ejemplo que nosotros heredamos. Nos exigen proyectos de largo plazo, pero nos infunden miedo del futuro. Nos dicen que debemos ser felices, pero nos educan para vivir en una vida estable y segura que posiblemente nunca ocurra. Nos piden compromiso, sin embargo vemos en ellos una terrible desconfianza que los hace comprometerse con nada. Nos dicen que debemos formarnos, pero a la vez no muchos de ellos están disponibles a ser nuestros maestros.

Lejos de ser una critica mas a las generaciones adultas, quiero que nos miremos como cultura. Nuestra soberbia se ve expresada en el mal trato a los ancianos, haciéndolos morir espiritualmente antes que de forma física. Y también con nuestras generaciones jóvenes, hablamos de futuro pero no reconocemos la resignación en nosotros mismos.

Mi generación no hará posible lo que debemos hacer, sino tenemos a muchos adultos con la disposición de ser maestros, mentores, guías. Y tampoco lo seremos sino somos capaces de escuchar a nuestros ancianos.

Por favor démosle una vuelta, ¿Qué hay de especial en estas practicas generacionales?, ¿Nos sirven para abrir el futuro que queremos?